A veces tengo miedo de escribrir cosas que me dan vergüenza por miedo a que alguien lo lea. Sobre todo cuando escribo y no estoy sola. Miedo que no paraliza. Que se expande por mi sangre y acá, en el centro, en la gota pequeña con un 'soplo insignificante', está el miedo. Soplando.
Otras veces escribo para que alguien lo vea. Lo sé. Como si quisiera que después de muerta alguien encontrara todos mis cuadernos y los publicase en forma de diario. Qué forma más absurda de querer ser alguien; me avergüenza de mí y sin embargo lo escribo.
El pudor me paraliza. No hace mucho. Este año no sé qué me dio por sentir vergüenza y no poder dar un paso sin pedir permiso.
Está más que claro que desde que se murió mi papá me siento desprotegida. Y que por eso mi coraza y bla bla bla.
Pero el punto de inflexión más reciente es la separación de mi mamá. Y ese asco momentáneo que supongo les sucede a todos los adolescentes. Sólo que el mundo cree que ya me debería haber pasado. Y no.
Entonces mi madre que no puede permitir que la cosas simplemente pasen, fluyan, no deja de preocuparse por mí, por mi odio hacia ella. Y unque lo negué, sí, la odié con toda mi alma, como solo se puede odiar a alguien que se ama con enorme sinceridad.
Y de eso está forjado ese vínculo, de pasiones viscerales y eso nos mantiene vivos, mamá. Y unidas, al fin y al cabo. Cuando me anime a ser, te voy a escribir una carta en donde te diga todo, mamá. No lo hago porque me siento cobarde. Es hora de asumirse y asumir que mi mano sabe más de mí que mi boca. Que el papel me sincera más que el aire.
Y ya no tengo vergüenza de eso. Desde ahora. Desde recién que lo acabo de escribir. Testigo mudo usted de mi primer desvergüenza. Siempre un principio, es el principio del fin. Así lo creía yo hasta recién que lo acabo de escribir. Y cada cosa -¿palabra?- que dejo en el papel ya no es mía, no me pertecece.
Ahora tengo miedo de vaciarme. Siempre miedo, miedo, miedo. Mais tein miedo de no poder dejar de tenerlo. Quizás yo no sea más que eso: miedo y muerte.
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