lunes, agosto 07, 2006

"No es cierto que el sufrimiento nos purifique y nos haga mejores, más sabios y comprensivos. Nos vuelve demasiado lúcidos, fríos e indiferentes.
(...)
A veces, en los momentos más trágicos de la vida, nos encontramos de improviso más allá del dolor y de la desesperación, y nos volvemos extrañamente sobrios, indiferentes, casi de buen humor.
¿Nunca te pasó? Por ejemplo, cuando están enterrando a tu ser más querido y empezás a pensar que en casa alguien pudo haber dejado la heladera abierta y el perro se va a comer todo el asado frío reservado para los invitados al duelo. Y en ese instante, justo en el momento en que los cantos se elevan en torno al féretro, te ponés a dar instrucciones, entre susurros y en calma total, para solucionar el asunto de la heladera. Porque los seres humanos somos así, vivimos entre extremos, entre orillas infinitamente alejadas."

La mujer justa, Sándor Márai

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