martes, marzo 23, 2010

hay un nombre que no llego a leer en la bruma se pierde

hoy el fuego nos prende
quién sabe cuando llegue el agua
que quedará del niño
del payaso
del camino
que juntos construimos

es otro o es este
siempre es uno
y ahora es hoy
este momento este relato

un sueño o un presente

un tiempo
inerte
feliz
pasariego
juguetón

hoy te abrazo y te añoro
te pienso y te deseo
porque estás
allá y no aća rascándome la espalda

martes, enero 05, 2010

cuerpo de arena que disuelve el abrazo de piedra
cuerpo de agua que salpica el rincon de tus lagrimas
Ayer vomite de tanto tragarme a mi misma

abrazo fantasma

Y me rondan todavia tus abrazos fantasmas cada vez mas cerca rozan mi cuerpo pero no lo tocan. todavia.
ESCRIBIR. ESCRIBIR AL LADO DEL MAR. SOBRE TODO ESCRIBIR. LA SENSACION DE DERRUMBE, DE QUE TODAS LAS OLAS ROMPEN EN LA ORILLA -MAS TARDE O MAS TEMPRANO-

ESCRIBIR DE A POCO EL VIENTO. LO QUE VIENE LO QUE SE VA DEJANDO ATRAS

ESTAMOS TODO EL TIEMPO: Y VOS COMO LA VES A...?

Y QUE BLA BLA BLA
Y QUE BO BO BO
Y QUE MU MU MU

Y QUIEN CORNO SOMOS, SOY, PARA HABLAR DE LA VIDA DE OTRO, SOBRE TODO OPINAR, SOBRE TODO SINO ENFRENTE DE ESE OTRO. NO HAY MALA INTENCION, NO LA HAY.

ESO SE ME VIENE AHORA. RESPETAR AL OTRO ES TAMBIEN NO JUZGARLO, NO JUZGAR SU BUQUEDA

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domingo, noviembre 29, 2009

de mi tocaya teatral geminana

Huérfana
de Bárbara Molinari
a jose sabaté

Hacia lejos
en busca de no-sabe-que
jugando a la historia de amor
una vez
y otra
hoy su propiedad no le pertenece
su casa, tan suya
ya no es
¿Dónde quedo su infancia perdida?
pensó en algún mapa
y estudio geografía
no, el paraíso no existe
y la u-topia es u-tópica
señala el profesor
La niña llora ante tanta verdad
ante tanta crueldad
se desmorona
y no cae
es su desmesura tan mesurada
el barco zarpa
en busca del abrazo paterno
negado
ella que no besa a cualquiera
regala besos por doquier
en el remate
pierde
se pierde
cae en medio del océano
en donde no hace pie
y flota
dejándose llevar
¿a que puerto ira a parar?

miércoles, noviembre 25, 2009

de frente

Es por la puerta. La puerta que está atrás. Está prohibido abrirla. Puede ser que si la abro me muera. Aunque lo más probable es que no pase nada. Y sin embargo no dejo de pensar en eso. No puedo sacarme de la mente la imagen de mi mano girando el picaporte.

Miento.

Miento todo el tiempo. A mi misma. Me digo que no quiero abrirla, porque no quiero morir. No es eso. No quiero abrirla, porque no quiero

Un montón de huesos se amontonan en un rincón. No sé de quiénes son. Quizás sean míos. Sean pedazos de tiempo que no se usaron y quedaron así, calcificados. Las cosas cuando no se usan se echan a perder. La leche sin ir más lejos. Es lo que más fácil se echa a perder. La leche materna. Se cuaja se agria con el tiempo. No se puede tomar. Queda estancada en los pechos se hace quiste bola grasa grano pus se pudre sino sale se pudre, sino fluye se hace manteca.

Y la puerta ahí siempre quieta. Si aunque sea saliera alguien. Un robot, un diamante, un vendedor de diarios. Repiques inciertos de esferas de miedo.

Eusebio me pide que le alcance el vaso. Con agua, el vaso. Estiro la mano, no llego. Mis dedos rozan en vidrio, resbalan. El vaso cae al piso, se rompe. El agua no. El agua es irrompible. Se desparrama por las cercanías de los pedazos de vidrios. Agua y vidrios, dos transparencias parecidas pero de naturalezas opuestas. Creo que así somos él y yo. Iguales en apariencia, pero distintos en textura. No complementarios. Yo lo contengo, y él me llena. O al revés. El tema es que ahora lo dejé sediento y toda mi teoría de las texturas se desvanece con las puteadas que salen de la boca sedienta de Mateo, digo, de Eusebio. Ese nombre “Eusebio”. “Como mi abuelo”. Cuántas veces escuché esa frase. Se torna repugnante escuchar mil veces la misma frase. Da asco. El lo sabe. Pero la dice igual. Y cuando termina me mira con una sonrisita socarrona y yo no puedo, no puedo contener mi ira y le agarro los huevos y se los pellizco. Despacito, porque sé que le duele y también le gusta.

A veces parece que se mueve. El viento, pienso. No, acá no hay viento. Entonces qué? Y entonces pienso que quizás hay partículas diminutas que recorren la madera y la hacen crujir. Pero no, no es posible. Algo más grande. Un insecto. O quizás la madera misma cruje. Cruje por no poder moverse. Me llama me dice “abrime, abrime”. Ja. No, eso ya sería ciencia ficción. Y no. Esto es real. Muy real. La puerta, yo, Eusebio, Mateo, el vaso de agua roto.

Me levanto. Descalza. Doy unos pasos, dejo marquitas rojas en el piso. Camino por toda la casa, el baño, la cocina, el patio. Eusebio sigue mis marcas como un perro, lamiendo mi sangre. Creerá que es la “regla”? Llega a mis pies. Y ahí me doy cuenta. El vidrio quedó adentro y ese era el dolor. No la ampolla que me hicieron las sandalias que compramos juntos en parque centenario. Eusebio me cura el pie con paciencia de oruga. Aunque no sé si las orugas tiene paciencia. Deberían, por lo lento que caminan. Luego limpiamos las manchitas de sangre. Me da un poco de lástima. Siento que estoy borrando mis huellas de la casa. Esta casa un poco mía, y un poco no. No logro apropiarme de las cosas. No me gusta. Prefiero que sean libres. Sino las cosas te atrapan. Como las personas. Si las atrapas te atrapan. Si las dejas libres te sueltan.

La mañana es soleada. Tomamos mate en la cocina, nos contamos los sueños. Eusebio está más despeinado que de costumbre. Estás más gorda, me dice. Tiene razón. Hace semanas que dejé de ir al gimnasio. Es que hay una nueva recepcionista que me pone nerviosa. Cada vez que llego me mira con una mirada de…de…cuis envenenado y no lo soporto. Estoy esperando que la echen. No puede durar mucho. Nunca duran las recepcionistas más que algunas semanas. Como una maldición. Mañana voy a ir. Y si la veo, la agarro y le digo: dejá de mirarme con esa cara de cuis envenenado. Y listo.

Ssshh.

Hoy es el día. Quizás. Abrirla no sea tan grave.

lunes, noviembre 09, 2009

Qué vértigo.
Equivocarse.
Una y otra vez.
Para por fin, dar en el blanco con la última flecha. Aún quedan varias en mi mochila. Y seguiré apuntando firme, tensando el arco con toda pasión, creyendo por fin dar en el blanco. Y luego al soltar la cuerda, ver cómo la flecha sigue girando girando en el aire y cae rendida a los pies del árbol.

No tengo miedo. No. El miedo es un armario vacío. Tengo incertidumbre, tengo deseo.

Al encuentro de mí voy. Desnudarme frente a los otros, pero sobre todo frente a mí. Ese es el desafío. No sucumbir a lo establecido, no dejarme llevar con desidia. Decidir. Decidir en todo momento qué es lo que quiero hacer. Qué me hace feliz. Y respetarlo. Sin temor, sin angustia. Eso eso y ya. Todo puede surgir y desmoronarse en un segundo. Lo sabemos. Y también hay paz. Sí, hay paz hasta en el medio de la tormenta, si se sabe estar en ella.

La única seguridad es la sinceridad. La única bandera que ondea en mi barco, a punto de zarpar hacia el interior, hacia el lugar donde habita lo genuino, la paz, el encuentro con el otro, el intercambio de ideas, la conexión sincera, desprendiéndome de muchas cosas, que seguramente he de extrañar. Pero es necesario correr el riesgo. Para ganar, para perder, para no quedarse con las ganas.

Sé que al volver no seré la misma. Y sé que me esperarán hermosos reencuentros. La distancia puede hacer estragos, pero también cosas hermosas.

Veremos, veremos, después lo sabremos.

jueves, noviembre 05, 2009

No se puede decir todo. Sabemos que sufrimos por amor. Todos, siempre. Quedan las huellas marcas cicatrices. ¿Quién se presume inocente? ¿Quién puede arrojar la primera piedra? El grito gutural de esta hembra en celo permanente. Y es que necesito, es inevitable, vuelve a suceder; alejarme, perderte, para saber si de verdad estás tan dentro de mí como creemos. Si de verdad existe un nosotros. De cerca todo es tan confuso. Se nubla la vista. Alejarme, buscar el instante preciso de la fuga. No amo más que ese instante endemoniado en el que huyo. Amo huir. Refugiarme en el cálido deseo de tenerte, en el calmo dolor de la ausencia deseada. Deseo no tenerte para verte brillar. A lo lejos, verte deambular solo, a tientas entre la hierba fresca. Te quiero. Te quiero. Te quiero lejos, lejos de mí porque ya estuviste dentro mío. Ya tu semen brotó en mi hueco como miel, como río. Ya no puedo darte nada más. Me voy porque elijo quedarme, quedarme con el recuerdo del fugaz y mágico chipazo, antes de que la rutina me envuelva con su monótona y fatal melancolía.

lunes, octubre 26, 2009

“Quien me quiera acompañar que me acompañe, el camino es largo, es doloroso, pero es vivido. Porque ahora te hablo en serio, no estoy jugando con las palabras.

Y un silencio emana sutil del entrechocar de las frases.

¿Qué te diré? Te diré los instantes. Me desorbito y sólo entonces existo, y de un modo febril. Qué fiebre: ¿conseguiré un día parar de vivir? Ay de mí, que tanto muero. Sigo el tortuoso camino de las raíces que revientan la tierra, tengo como don la pasión, en la hoguera de los troncos secos me retuerzo entre las llamas. A la duración de mi existencia le doy un significado oculto que me sobrepasa. Soy un ser concomitante: reúno en mí el tiempo pasado, el presente y el futuro, el tiempo que late en el tic tac de los relojes. “

Clarice Listector, Agua viva