ahora la sensación de que tuve algo entre manos y no pude asirlo. Se escapó como arena entre los dedos. Cerré las manos con una fuerza repentina y deseperada, pero ya había pasado.
Sus ojos, su mirada de adolescente maduro había quedado atrás de una ola. Y yo sin poder decir nada, con la garganta seca de tantos besos con sal, besos solo en la cara.
Con los labios quebrados sin poder nombrar eso que pasó. Enmudecida, sumergida en ese agua transparente, aislada de mí. Protegida de mis propios prejuicios.
Tengo tanto que decirte y son tan pocas las palabras.
Tenemos que inventar un idioma nuevo para explicar lo qué pasó. Cómo fue que sucedió todo. De quién es la culpa de tanto dolor, tanta saudade.
Por esto me cuesta amar.
Después viene el dolor, y de nuevo la soledad. Dulce, sí, pero cada vez más impenetrable.
Amar no me hace cómplice del mundo. Me aísla más.
Igualmente me asombró mi facilidad repentina para deixarme amar. No quiero más nada. Solo tus besos y escribir.
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