Que me voy a morir. Que me rindo. Eso digo. Que cada palabra es un puñal y entonces hoy, a esta hora más o menos, me despido. Sin tristeza, solo con esas lágrimas que sirven para lavar los ojos de tantas mentiras.

Me voy herida, sí. Me vuelvo a mi escondite. Es sólo un tiempo. Hasta que hayan pasado algo así como unos cuantos soles, y otras tantas lunas. 

No se preocupen queridos lectores anónimos, lectores mudos que están ahí, y que por casualidad me entero de su existencia, y tampoco ustedes lectores con nombre, lectores incluso con blogs, lectores que lo dicen todo. Volveré. No sé si renovada. No prometo nada. Alguien tocó algo muy interno, lo tuvo entre sus manos y lo dejó caer, sin más sobre la tierra húmeda. No, no guardo rencor. No hay culpables. Sólo torpezas. Me hago cargo de mi parte. Como siempre.  Por eso me voy a morir. Para quizás algún día volver. Dije que volvería. Ahora no lo sé. A lo mejor, quién dice, me encuentro a gusto del otro lado de la orilla, entre jaulas verdes y pájaros pintados de violeta. 

No sé por qué la soledad me deja escapar si siempre vuelvo. No sé qué gana con este ir y venir, no entiendo por qué no me ata de pies y manos y ya. Y tampoco entiendo, querido medio día de domingo, por qué yo huyo de ella. Por qué si es la más linda, la más libre. 

En la cueva, en el fondo bajo las estrellas sé que está la respuesta. La voy a buscar entre osos hambrientos, entre ardillas frugales. 

Adiós, queridos solitarios infames, vuelvo a la tierra vuelvo al aire al olvido no me recuerden no pierdan tiempo no fui nadie hasta ahora solo una brisa que pasa por tu espalda el primer rayo de luz de la mañana las primeras gotas de la tormenta las últimas notas de una melodía.

No pierdan la calma. Mañana no se acordarán quién soy. No me busquen, no me encuentro. 

Me largo, me voy, me fui