No quiero que me veas sonreír en el bosque
Ni que tus manos rocen mi cintura oliendo a rosas
No quiero que el viento despeine tu melena de africano roto
Sólo un paso hacia el abismo
No conciento otra posibilidad
Escribir es la rutina de la felicidad
El desamparo en el desasosiego
Si pudiera hablar como escribo sería una boca sin dientes ni lengua. Un agujero en el tronco de un árbol. Un sauce o quizás un abedul. Alguno que no conozca.
No tengo alicientes para mi cólera. No hay sedantes que apaciguen la locura de mi sentir. Me atrae el desafío, lo imposible y no lo importante.
Me hiere, sin embargo, algo tan vulgar como la hipocresía. Me hiere sobre todo cuando la veo en mí.
Y mis ojos se vuelven espinas sobre mi cara, y pinchan todo lo que en el mundo puede ser pinchado.
Pocas cosas me divierten pero lo hacen de una manera estrepitosa y alegre.
No quiero que leas estas palabras y quieras abrazarme.
No necesito que me busques todo el tiempo. Quiero ser intermintente como los sueños, la savia, los suelos.
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