Me sentía como una serpiente con los colmillos henchidos de líquido ponzoñoso. Tanto poder en mi boca. Me sentí feroz, libre y sincera. Entonces clavé los colmillos en el cuello que brillaba por el sudor y por las luces.
Clavo los colmilos con la seguridad del golpe certero, el triunfo fatal, la libertad asegurada.
Mis colmillos penetran la carne salada...el cuello se estremece, como si lo estuviera acariciando.
Hundo aún más mis dientes feroces esperando que el líquido haga efecto.
Intacta, la mano de mi presa se mueve por mi espalda, como una inocente lombriz terrestre.
Intacta, la mano de mi presa se mueve por mi espalda, como una inocente lombriz terrestre.
Me sentí, entonces, burlada. El cuello sudoroso se rió tiernamente de mi ferocidad fingida. Y ahora sin salida me entrego silenciosa a las garras del que me mira con esos ojos de águila, distantes, feroces y redondos. Y así, serena, espero la muerte merecida de quien no pude matar.
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