lunes, diciembre 15, 2008

Estoy harta. Eso me pasa. Y el teatro me da vida. La vida que no tengo, que perdí. No, no la mía. La de mi papá. Quisiera hablar y no escribirle. Quisiera entrar en trance y verlo. No poder tocarlo, pero verlo. Decirle hola, decirle muchas estupideces y cuando se vaya quedarme sola y con la certeza de no haberle dicho nada.
Porque él ya sabe todo. Sabe que estoy buscando. Que voy a seguir buscando toda mi vida. Y que a pesar de que nunca encuentre nada, voy a seguir buscando. Porque siempre fui así, terca. Y eso no lo puedo evitar. No es que crea que la vida tiene sentido. Solo me da intriga ver qué pasa. La curiosidad mató al gato. Y a mi me va a matar también. En algún momento, llegaré tan lejos que mi cuerpo no va a soportar. No sé si tanto dolor o tanta felicidad. Pero de algo va a estallar. Así será. Y basta de adormecimiento, de quedarme tranquila, mintiendo que quiero calma, quedadita sin decir lo que pienso en pos de una paz falsa y obsoleta. Quiero decir lo que pienso y no sin ton ni son. Decirlo con mucho sentido. No ocultar esta soledad abismal que me rodea. Sí, estoy sola. Pero no es triste. Más triste es ocultarlo. Más triste es alguien disfrazado de alegría que alguien triste de verdad. La tristeza, la angustia, que no es lo mismo, pero es prima, no es mala per se. Lo triste es negarlo. Lo tranquilizador es saber. Saber que se está triste. La incertidumbre es lo que mata. No el vacío, no la soledad. Un suicida no es alguien que quiere matarse. Es alguien que no sabe qué hacer, no sabe lo que hace. Y tiene la mala suerte de tener ciertos impulsos…Por eso creo que cuando no se sabe qué hacer lo mejor es no hacer nada, porque sino se corre el riesgo de matarse. Que no estaría mal si fuera una decisión, pero como surge del razonamiento, no sería una decisión sobre qué hacer, sino una (no) decisión en la indecisión. En fin, me fui por las ramas. Empecé diciendo que estoy harta. Harta de fingir. Para qué hacerlo en la vida real si puedo hacerlo en el teatro. Zas! Por eso soy actriz. Pero soy tan estúpida que no lo aprovecho. Me cago en los buenos modales, me cago en lo correcto, me cago en entender el dolor de los demás. Y a mí quién carajo me entiende. ¿De mi quién se encarga? Algunas personas, es cierto. A las que les estoy enormemente agradecida. Pero la familia…qué cosa…pucha…qué cosa es la familia…eh, ¿qué cosa? ¿qué es? Cómo hay que aprender a convivir con esa serie de ordenanzas ancestrales idiotas y retrógradas. Qué grande es el precio que hay que pagar para no seguirlas. Y tampoco me hago la rebelde. Para nada, acato mucho más las normas que varios que aparentan seguirlas. Y sin embargo, me exigen. Que sea fuerte, que hay que seguir. ¿Por qué? Porque la vida sigue. ¿Para quién? Sos joven. Tenés toda la vida por delante. ¿Qué vida? ¿La que yo quiero? ¿O la que los otros quieren que yo tenga? ¿Qué vida quiero? ¿Lo sé? Sí, lo sé. Pero no pienso revelarlo. Sería muy idiota de mi parte, ponerme ahora a explicar qué es lo que pienso acerca de la vida, cuáles son mi planes (que por otro lado, son muchos y muy grandes), de qué manera me imagino el futuro, y qué hago para que eso suceda. No, definitivamente, no. No es el momento. Aburriría mucho, a ustedes y a mí. Y además la olla está hirviendo y el arroz va a rebalsar. Siempre me pasa lo mismo. Rebalsa. Y no importa. Limpio y ya está. No hay escándalo. No hay nada más grave que no hacer lo que uno quiere. Pero siempre hay que hacer algo que uno no quiere. Dicen. No, siempre no. A veces, sí. Yo, ahora hago algo que no quiero. No, no es escribir, zonzo. Eso sí quiero, eso sí me gusta. Es otra cosa…pero me sirve para mantener otras cosas…tengo planes de dejar de hacerlo…son ciclos. Ya llegará el tiempo de las mariposas, las flores se abrirán como jaulas y el polen germinará en otras tierras, más fértiles, más hondas, más lejanas.

1 comentario:

Bárbara dijo...

leer estas cosas me hacen sentir menos sola en mi soledad. que bueno conocerte mujer, te quiero.