martes, diciembre 16, 2008

Lo que pasa es que hay personas que necesitan ser atrapadas. Y otras que no pueden no dejarlas libres. Y cuando se juntan hay un amor intenso, sí, pero nunca duradero. Y hay personas que lo saben. Y otras que jamás se dan cuenta y sufren. Porque no entienden qué es lo que hacen mal, si lo único que hacen es ofrecer libertad. Y justamente por eso, los otros se van. Buscando alguien que los retenga, que no les deje elección.

Cuál es el límite. Dónde está el borde entre amar a alguien y retenerlo, entre querer tenerlo y no oprimirlo. Es difícil, realmente difícil saberlo.

Detrás de los ojos empañados se esconde el manifiesto incipiente de una duda, la llave entre mil llaves que abrirá la puerta, sin estar seguros de que del otro lado estará. Sin embargo buscamos la llave como focas, fríos y torpes.

Y ahí está. La llave, la puerta, el otro lado. No queremos traspasar el umbral. El miedo de la ausencia es más fuerte. Y nos quedamos acá, en silencio, fumando el deseo de dar un paso más.

O lo damos. Y ahí estamos, en el medio del vacío, escuchando el eco de nuestra propia respiración.

Es inútil.

Cambia el escenario, pero el disfraz es siempre el mismo.

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